No soy un gran lector de biografías (tengo una esperándome en la estantería desde hace tiempo) pero un amigo me recomendó La corte del zar rojo esgrimiendo que se trataba de la biografía más interesante que había leído en toda su vida. Creo que mi amigo tenía razón aunque parte del mérito reside en los acontecimientos que narra: la vida de Stalin y su entorno en los años en los que detenta el poder. Se me antoja muy difícil escribir una biografía de este sujeto sin que deje a la gente con la boca abierta. La miseria de Stalin y la falta de escrúpulos de sus carniceros es un periodo apasionante que todo el mundo debería conocer en profundidad para evitar que se cometan las mismas atrocidades en el futuro.
El comienzo es sin lugar a dudas una de mis partes preferidas. Montefiore arranca la biografía con un episodio hasta cierto punto doméstico y de una forma tan brillante (me parece tan impactante que creo que sería una pena reventarlo aquí) que hace que por un momento nos encontremos ante una novela. Este acontecimiento marcará un antes y un después en la vida del dictador que acarreará no pocas consecuencias para la historia del país.
A Stalin se le veía venir de lejos e incluso Lenin intento en la prórroga de su vida intetar quitárselo de encima. Sólo la habilidad del georgiano y la mala salud del líder bolchevique impidieron que Stalin fuera sólo un segundon de la Revolución rusa. Consiguió hacerse no sólo con el poder sin condenar al ostracismo (y más tarde a la muerte) a su gran enemigo: Trotsky. El poder de Stalin en los años ’20 era grande, pero todavía le obliga a mantener sus verdaderas aspiraciones en la recámara. En la siguiente década Stalin consigue hacerse con el poder total y se quita la careta. Al principio poco a poco y más tarde a un nivel impensable Stalin empieza a liquidar a todo aquel que bien o no comulga con sus ideas o que se convierte en un desafío a su sed de poder. Todo ello culminará en las famosas purgas de la segunda mitad de los ’30, donde el terror se desencadena en una forma y escalas antes ignoradas por la Humanidad.
Conviene decir en este punto que esta biografía no se centra en el Stalin político ni es un tratado de pensamiento estalinista. El título deja bien claro que el libro quiere describir los entresijos de la corte durante la vida del dictador, analizando en detalle la relación del mismo con sus magnates. La danza macabra de la muerte no sólo se llevará por delante la vida de millones de inocentes, sino que también destrozará la de muchos de sus colaboradores directos. A Stalin no había sólo que complacerle, también había que hacerlo de una forma en la que uno mismo no acabara haciendo sombra al patrón. Los escrúpulos eran algo que no entraba en el ideal bolchevique y dudar a la hora de aplicar las órdenes era algo que se pagaba caro, aunque la persona estuviera tratando sólo de proteger a los suyos. Stalin no dudó en reprimir a su propia familia o en no negociar con los nazis para conseguir la liberación de uno de sus hijos. El compromiso con la causa era total y se exigía el mismo nivel a todo el mundo. Dirigirle una carta apelando a su corazón no sólo podía costar la vida del recluso al que se intentaba salvar, sino que también podía matar al escribiente, su familia y amigos.
Stalin era un adicto al trabajo, como también lo era Lenin, aunque también le gustaba por las noches divertirse con sus camaradas. Las cenas que mantenía con sus colaboradores eran a veces auténticas fiestas macabras donde Stalin era el rey del carnaval al que había que contentar a cualquier precio. Maratones del alcohol, canciones e incluso bailes entre sus hombres eran actuaciones comunes para mantener a Stalin contento. No estar a la altura en dichas fiestas podía tener consecuencias fatales pero por su puesto Stalin jugaba con sus cartas marcadas. En más de una ocasión pretendía estar bebiendo vodka cuando en verdad su vaso sólo contenía agua.
Con Stalin envejeciendo la situación se vuelve más peligrosa ya que sus monomanías y aislamiento aumentan. Incluso aquellos que eran sus favoritos, gente como Molotov o Mikoyan que le había acompañado toda su vida en el poder, se convierten en personas non gratas. Stalin está por encima del bien y del mal y se permite el lujo de gastar bromas pesadas a los que le rodean sabiendo que no pueden contestar. Una de las mejores formas para sobrevivir es hacerse pasar por estúpido. En una ocasión donde tras un error Kruschev está a punto de echar por la borda su carrera política, Stalin se conforma con acercarse a él y golpear la cabeza del dirigente con su pipa para anunciar que qué se puede esperar de esa cabeza hueca.
Algunos episodios son cómicos ya que el terror que inspira Stalin hace que la gente que trabaje junto él sucumban a la presión. Algunos, los que tuvieron más suerte, recibieron sólo dardos sarcásticos. En otras ocasiones los dardos eran en menor sentido literario. Sus encuentros con otros dirigentes como Churchill, Roosevelt De Gaulle o Mao también son muy ilustrativos, en especial en los pequeños detalles donde se luchan grandes batallas de poder. Lo más terrible de todo es que a veces uno se descubre sintiendo simpatía por sujetos que eran verdaderos asesinos a sueldo, pero que comparados con Stalin eran auténticas hermanitas de la caridad.
En fin, un libro apasionante donde uno no puede dar crédito a todo lo que se narra pero que, desgraciadamente, todo es cierto. Por si alguien se anima a leerlo daré un último consejo: no intenten recordar todos los nombres, el 98% acabará muerto antes de que acabe el libro.