El experimento del violinista en el metro

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43 minutos duró el experimento en el que uno de los mejores violinistas del mundo tocó para el publico con más prisa del mundo: los usuarios del metro de Washington que ni se percataron de que estaba tocando.
Joshua Bell nació en Bloomington (Indiana) en 1967. Fue un niño prodigio al que sus padres apuntaron a violín cuando tenía solo cuatro años, él mismo contó que no había sido decisión suya.

Uno de sus profesores fue Josef Gingold que decidió aceptar darle clases después de asegurarse que sus padres no pretendían que fuera una estrella, solamente querían un buen maestro. De hecho, practicaba varios deportes y actividades también.

A los 14 ya tocó un concierto de solista con la orquesta de Filadelfia dirigida por Ricardo Muti. Y a los 17 tocó en el Carnegie Hall. A partir de ahí siguió una carrera prometedora como concertista.

A parte de su éxito como solista, ha tocado en la banda sonora de la película “El violín rojo” escrita por John Corigliano que ganó un Oscar, fue nombrado director de la Academia de St Martin in the Fields y ganó todos estos premios: Avery Fisher Price, Grammys, Mercury y Gramophone.

Ha tocado con artistas como Chick Corea, Frankie Moreno, Josh Groban, Bela Fleck, Edgar Meyer y estrenado obras de Aaron Jay Kernis, Behzad Ranjbaran, John Corigliano entre otros.

Hoy en día es “artista exclusivo” para Sony Classical. Donde toca de solista, con grupo de cámara y es director.
Usa un arco francés de Pernambuco, un Francois Tourte del siglo XVIII (el llamado “inventor del arco moderno”). Y su violín es el Gibson ex-Huberman Stradivarius de 1713. Un violín que pertenecía a Bronislaw Huberman pero que le robaron dos veces (aunque la primera se lo devolvieron pronto).

Como has visto, Joshua es uno de los violinistas más importantes a nivel mundial.

El caso es que Gene Weingarten, uno de los columnistas del Washington Post, le propuso un experimento.

Y él aceptó.

Gene es un columnista de humor que y publica una tira semanal en el Washington post llamada “Below the Beltway”. Ha ganado dos premios Pulitzer, uno de ellos con este experimento que publicó en el Washington Post con el nombre de “Perlas antes del desayuno”.

El experimento consistía en observar la reacción de la gente ante la belleza fuera de su entorno habitual. ¿Qué pasa si te ofrecen algo valioso e inesperado en un momento inapropiado? ¿Sabes apreciarlo o sigues tu camino? Esa era la cuestión.

Para ello Bell actuaría de incógnito, nadie sabía lo que iba a pasar.

Se puso unos vaqueros, una camiseta, una gorra y cogió su Stradivarius de 1713 (valorado en más de 3 millones de dólares) bajo el brazo, para irse a una estación del metro de Washington D.C.

Era por la mañana temprano en la hora punta y decenas de personas intentaban llegar a su trabajo apresuradamente.

Joshua abrió su violín y dejó la funda en el suelo con unos cuantos dólares. Y se puso a tocar durante 45 minutos.
Tocó seis obras clásicas empezando por la Chacona de Bach.

Más de 1.000 viajeros pasaron aquel día por la estación a su lado, pero solo 6 se detuvieron brevemente a escucharlo.

Algunos bajaban la velocidad justa para echarle algún dólar y seguir su camino. Varios niños se detuvieron a disfrutar hasta que sus padres los cogían con prisa para seguir su camino.

Solo una mujer lo reconoció y otro se detuvo 6 minutos a escucharlo. Fue un funcionario de Energía llamado John David Mortensen que declaraba después que solo era conocedor de los clásicos del rock, pero que aquella música le había hecho “sentirse en paz”.

Terminó sus 45 minutos y no se escuchó ningún aplauso, todos seguían su camino.

Escalofriante.

El conocido director de orquesta Leonard Slatkin predijo que ganaría unos 150 dólares y se pararían unas 35 personas a escucharlo. Pero no fue así.

En total, solamente ganó 32 dólares.

Todo el experimento fue grabado con cámara oculta.

Paradójicamente unos días antes había agotado las entradas para un recital en el Boston Symphony Hall con un precio de 100 dólares por entrada.

Joshua confesaba más tarde que normalmente en un concierto solía molestarle si alguien tosía o si le sonaba el móvil, pero que allí sus expectativas eran muy pequeñas y se sentía muy agradecido cuando alguien le tiraba un dólar en el estuche. Y que lo más frustrante para él era ver que nadie aplaudía al final de las obras.

Lo que quedó claro fueron principalmente dos cosas:

  1. El contexto importa y una estación de metro en hora punta no deja lugar para la belleza.
  2. Si no tenemos unos minutos para detenernos a escuchar a uno de los mejores violinistas del mundo interpretando a uno de los mejores compositores y con un Stradivarius valorado en 3 millones de dólares en las manos ¿cuántas cosas nos perdemos en la vida?

Siete años más tarde Joshua volvió al metro de Washington D.C. pero esta vez fue muy diferente.
Se hizo mucha publicidad y se juntaron cientos de personas para verlo y, esta vez sí, para aplaudirlo efusivamente.
Fue un concierto didáctico con el objetivo de acercar la música clásica a los más jóvenes y también para olvidar la amarga sensación que tuvo siete años atrás.

Hoy en día, todo el mundo relaciona a Joshua Bell con ese experimento en el metro, aunque él prefiere que sea por otras muchas cosas.

El experimento también sirvió de inspiración para la publicación de uno de los libros para niños de Kathy Stinson al que se llamó “Man with the violín”. Man with the violín también fue el nombre que se le dio a un concierto familiar y a la banda sonora de una película de animación con la Orquesta Sinfónica Nacional.

Además, Joshua colabora con Education Through Music y Turnaround Arts, asociaciones que dan educación musical e instrumentos a niños que no pueden acceder a ello ofreciéndoles la oportunidad de una educación musical desde pequeños.

Fuente: desafina.com

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