Adiós Shanghai de Ángel Wagenstein

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tamos acostumbrados a estudiar la Historia desde un punto de vista Europeo. Esto es algo totalmente normal. Pero acontecimientos que rebasan los límites de nuestro continente tendrían que ser estudiados en mayor profundidad y desde el mayor número de puntos de vista posibles. Un claro ejemplo es la Segunda Guerra Mundial. Nos centramos en estudiar los diferentes frentes en Europa y un par de hechos en el exterior. De lo que ocurrió en Asia y en el Pacífico sólo nos enseñan el ataque japonés a Pearl Harbour y las bombas en Hiroshima y Nagasaki. El resto permanece fuera del alcance de los estudiantes que se enfrentan a este tema.

Novelas como Adiós, Shanghai, del tardío escritor Ángel Wagenstein, pueden suponer un buen remedio para rellenar esos huecos que no se tocan en la escuela. El principio y el final tienen un curioso hilo musical: La Sinfonía nº 45, de Joseph Haydn, conocida como la de Los Adioses. En el final de la sinfonía se van marchando uno a uno los miembros de la orquesta hasta dejar vacío el escenario. Uno de los protagonista de esta novela coral es Theodor Weissberg, violinista de origen judío que es arrestado tras la interpretación de esta obra, junto a sus compañeros de la Filarmónica de Dresde, antes de estallar la guerra y en plena represión nazi. Tras conseguir ser liberado parte, con su mujer y el resto de sus compañeros, al único puerto que de momento no ha cerrado sus puertas a la inmigración judía: Shanghai. La obra también sirve como despedida a los judíos alemanes y austríacos una vez finalizada la guerra, de vuelta a su querida y vieja Europa. Los componentes que quedan de la orquesta darán este último concierto a sus queridos compañeros de fatigas.

Paralelamente, una judía clandestina, Helda Braun, realiza una travesía similar tras una estancia en París, refugio al que se había dirigido y que se ve obligada a dejar al no serle renovados sus papeles de inmigración. En la travesía conocerá a la mujer del embajador de Alemania en Shanghai, a la cual cae en gracia y le procura un trabajo como secretaria. Junto a ella viaja el Húngaro, un pianista al que conoció en París, que se ganará su sustento tocando en una taberna del puerto.

La novela está divida en dos partes. La primera nos narra las vicisitudes de los personajes principales en Europa, antes del exilio. La segunda, el día a día de estos y otros personajes en la nueva ciudad. Helda habita en la parte noble de la ciudad, rodeada del glamour de la embajada. Mientras tanto Theodor y su mujer habitan en Hongkou, barrio marginal al otro lado del río, en unas condiciones infrahumanas.

Varios temas me parecen importantes en esta novela y que conviene recordar a nuestras vidas políticamente correctas. La primera es el tema de la inmigración. El cinismo, cobardía o simplemente antisemitismo de muchos países que directamente no mostraron interés alguno en dar acogida a los judíos. Cuando hablamos de países, hablamos a nivel mundial, Europa no fue el único continente que se comportó de forma miserable. Curiosamente, algunos de los que se opusieron a la acogida de judíos en otros países, fue la misma comunidad judía: en vez de ver a hermanos que provenían del infierno, atisbaban sólo a ver a posible competencia para sus maltrechos negocios (el mundo todavía se recuperaba de la crisis del 29). Nosotros también vivimos en un mundo en crisis reacio a la inmigración, no olvidemos este pequeño detalle.

Otro tema curioso es ver las relaciones entre las diferentes potencias, que conviven en Shanghai antes de que Japón declare la guerra a los Estados Unidos. No todos los alemanes eran nazis, muchos muestran su desprecio a Hitler y sus adeptos, pero de cara a la galería se ven forzados a mantener su adhesión al partido Nazi. Este grupo de gente influyente fueron tan culpables como los carniceros de la SS y la Gestapo, ya que no lucharon desde dentro para eliminar a Hitler. Prefirieron adoptar la postura cómoda que les proporcionaba un cómodo sillón.

En frente, los ingleses, americanos e incluso franceses. Muchos de estos veían en Hitler a un personaje histriónico, sí, con sus excesos, pero al que era preferible tener de vecino y que servía de freno al avance del comunismo. Algunos de ellos, no dudaban en alabar públicamente el fascismo, como ejemplo de orden y prosperidad en la sociedad. Bien es cierto que muchos de ellos no eran conscientes de hasta que punto llevarían los nazis sus radicalismo ideológico ni los niveles de crueldad que serían desplegados. Pero algunas acciones, como la persistente negación de Churchill a iniciar un nuevo frente en el oeste que levantara la presión sobre el ejército rojo, no son claramente humanitarias.

Muy interesante es la relación de los alemanes con los japoneses. Estos últimos no pueden entender la obesión de los alemanes de eliminar a los judíos. Precisamente la llegada de la SS y la Gestapo a Shanghai pone de relieve no sólo la descoordinación y diferencias en sus modos de actuar, sino también la mutua desconfianza entre ambos países. Esta llegada supone una noticia desoladora para los judíos de la ciudad, que serán hacinados dentro de un gueto, dentro del ya horrible y superpoblado barrio de Hongkou.

La novela, compuesta de capítulos cortos, incluye hasta una trama de espías. Pero lo más importante es destacar que está basada en hechos reales. El narrador nos advierte en el prólogo que va a ser un narrador objetivo, como el espectador de un concierto, pero reconoce que en ciertos temas o puntos no será objetivo, cosa comprensible al tratarse el mismo de un judío. Pero es importante destacar que sobre ciertos temas no podemos ser (o siquiera pretender ser) objetivos. Ciertos hechos históricos deben ser estudiamos y traspasados a las generaciones, sin importar en qué situación se encuentran los pueblos que los sufrieron con la mayor contundencia. En una entrevista a Jorge Semprún recuerdo que comentaba que dentro de poco desparecería la generación que sufrió el Holocausto en primera persona, y que es importante mantener esa historia viva para evitar que se vuelva a suceder. El libro de Wagenstein, no sólo hace eso, sino que acerca hechos remotos pero intrínsicamente ligados a nuestra historia. Es un canto de supervivencia y una lección moral.

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